Te gusta el orden, te agobian las habitaciones cargadas, y antes de hacer nada, primero ordenas el espacio en el que estás. Si te reconoces eres de los míos. Y un buen candidato al estilo de vida minimalista.
Un estilo de vida que además promete una serie de cosas que habría que estar loco para no querer: más tiempo libre, más dinero, menos estrés…
Pero el minimalismo no es un método científico, ni hay un título de minimalista, ni tampoco un colegio oficial de minimalistas al que presentar una queja si tienes un problema siguiendo sus normas.
Por eso cualquiera puede crear una serie de normas y presentarlas como la forma correcta de ser minimalista para conseguir esos beneficios.
Y en general lo hacen con buena fe, quieren ayudar a la mayor cantidad de gente posible, y para ello tienen que crear estas normas generales o universales.
Pero algo que se denomina estilo de vida no puede ser universal, porque tu vida es distinta a la mía, y mi vida es distinta a la de mi vecino.
Yo en mi experiencia con el minimalismo he dado ya la vuelta completa al ruedo:
pasé de nunca deshacerme de nada a empezar a tirar cosas. Luego a intentar quedarme solo con lo necesario y acabé poniéndome la etiqueta de minimalista. Esto me provocó bastantes problemas que no esperaba, por lo que tuve que retroceder un poco y he terminado en una versión del minimalismo que funciona para mí. Mi versión.
Esos problemas vinieron sobre todo de seguir ciertos métodos al pie de la letra. Es muy probable que lo hiciera porque así es mi personalidad, de seguir las reglas, pero también porque las personas detrás de esas normas decían que había que cumplirlas por completo para que funcionaran.
Pero de nuevo, el minimalismo no es un método científico.
Es algo subjetivo, y como tal, podemos adaptarlo a nuestras necesidades y circunstancias. Y de esto va esta entrada, de cómo adaptar el minimalismo a la vida real, para ahorrarnos problemas y frustraciones.
Adaptar el minimalismo en nuestras relaciones personales
No somos islas independientes, tenemos familia, amigos, compañeros… y un cambio en nuestro estilo de vida puede afectar a estas relaciones, y no siempre positivamente.
Las personas con las que vives
Cuando estamos inmersos en el minimalismo todo nos sobra en casa, y ansiamos replicar esas casas que vemos en redes sociales diáfanas y vacías.
Pero la regla número uno a la hora de deshacerse de cosas es que no se toca lo de los demás.
Eres tú el que quiere ser minimalista, no tu pareja, madre o hermano.
Y esto se aplica no sólo a las cosas que saldrán de casa sino también a la casa en sí. Los espacios compartidos son eso, compartidos y no podemos imponer nuestras preferencias sobre las de los demás. Llegar a un punto intermedio sí, pero no imponer.
¿Cómo adaptar el minimalismo en casa?
Todo en casa se puede dividir en tres grupos: tuyo, de otra persona y común:
- Lo tuyo es tuyo y no tienes que preguntar a nadie qué hacer con ello.
- Lo que pertenece a otra persona es de esa persona y no puedes deshacerte de ello.
- Las cosas comunes son de todos pero es cuestión de usar el sentido común. Si tú estás a cargo de cocinar, puedes hacer limpieza en la cocina sin problema. Si es otra persona la que cocina normalmente entonces ya no, porque no sabes qué es lo que realmente usa o necesita. Lo que sí puedes hacer es pedirle que haga ella la limpieza para que deshaga de las cosas que nunca usa o no necesita.
Tu círculo de amigos, compañeros de trabajo…
Quien tiene un amigo tiene un tesoro, y yo añadiría también un buen vecino, familiares, y compañeros de trabajo con los que te llevas bien.
Y si tienes la suerte de tener todas estas relaciones, también tendrás ciertas tradiciones con ellos. Intercambiar regalos en los cumpleaños, el amigo invisible, una fiesta en tu casa todos los años…
Tradiciones que implican el intercambio de regalos, o el tener que tener una serie de cosas para ciertos eventos.
Y lo que hasta ahora era una tradición sin más, para un minimalista se puede convertir en un problema, porque, ¿qué sentido tiene que estés intentando reducir tus pertenencias y quedarte solo con lo esencial, si llega tu cumpleaños, o Navidad, y te ves rodeado de regalos materiales?
Es muy tentador decir con antelación que no quieres nada, pero que tú sí vas a cumplir tu parte de la tradición y regalarle algo a la otra persona. Esto puede ser muy difícil de entender para los demás, y puede provocar situaciones incómodas o problemáticas.
¿Cómo adaptar el minimalismo con los regalos?
En lugar de romper una tradición unilateralmente, por muy buenas que sean tus razones, lo mejor es intentar adaptarla sin complicarte demasiado la vida ni a ti ni a los demás.
Ten siempre preparada una respuesta cuando alguien te pregunte qué quieres para tu cumpleaños o Reyes. Siempre va a haber algo material que necesites o que quieras reponer.
Si de verdad no quieres nada material, puedes pedir cosas como entradas para algún espectáculo, suscripciones digitales, un vale para cenar en un buen restaurante…
A la hora de hacer regalos, recuerda que el minimalista eres tú, no la otra persona, por lo que no estás rompiendo ninguna norma del minimalismo por hacer regalos materiales.
Si no puedes controlar lo que recibes, porque no tienes suficiente confianza con la otra persona, o son regalos sorpresa, lo mejor que puedes hacer es aceptarlos con agradecimiento y una sonrisa.
Los regalos son muchas veces más que el propio objeto que recibes o das. Son la forma de agradecer un favor, de expresar amor, de cumplir con una convención social, y es más importante mantener y respetar estas tradiciones que la inconveniencia de recibir algo que no quieres.
Sí, saber que has acertado con un regalo y la otra persona lo usa nos gusta a todos, pero una vez haces el regalo, nadie se pasa el resto de su vida pensando en él y en si la otra persona lo está usando o no.
Por eso, si de verdad no le vas a dar uso, siempre puedes donarlo. Aunque mi consejo es que lo guardes y esperes un tiempo para hacerlo, porque cuando estás en modo minimalista nada te hace falta, todo sobra.
Pero este estado no dura para siempre, y una vez lo superas, empezarás a echar de menos ciertas cosas de las que te deshiciste porque ahora podrías darles uso.
Cuando los que reciben los regalos son tus hijos, y te agobia que reciban demasiados, todo lo anterior es igualmente aplicable.
A las personas más cercanas como abuelos, tíos, padrinos…les puedes pedir moderación (aunque no siempre es fácil). Con el resto de personas que en algún momento le hacen un regalo a tus hijos, de nuevo, agradecimiento.
Independientemente del motivo de ese regalo, esa persona te tiene aprecio a ti y a tus hijos, y esto es siempre positivo.
Los juguetes viejos se pueden donar o tirar y los nuevos guardar para sacarlos más adelante. Pero el foco de nuestra atención cuando nosotros o nuestros hijos reciben regalos no debería estar en cuántos son o si son demasiados, sino en apreciar a las personas que tenemos en nuestra vida y en respetar esas relaciones.
Expectativas versus realidad
Cuando planificas unas vacaciones te haces una idea aproximada de cómo será el viaje.
Cuando empiezas un trabajo nuevo, también te creas una idea en tu cabeza de cómo va a ser tu día a día en él.
Pero en ninguno de estos dos casos tienes un libro o una persona que te diga exactamente qué ocurrirá punto por punto.
Con el minimalismo sí lo tienes. Infinidad de fuentes que te dan una lista de cosas que pasarán una vez te hagas minimalista. Tendrás más tiempo libre, más dinero, serás más feliz, tu casa estará siempre perfecta…
¿Y qué pasa cuando estas cosas no ocurren? Frustración, y un sentimiento de fracaso porque claramente has hecho algo mal y no tienes lo que hay que tener para ser un buen minimalista.
¿Cómo adaptar el minimalismo a nuestras expectativas?
Para poder adaptar el minimalismo a nuestra vida real, es muy importante manejar las expectativas con que nos embarcamos en él. No es una cuestión de hacerlo mejor o peor, sino de tener claro qué es realista y qué no, porque no, no todas las promesas del minimalismo son ciertas.
Tampoco son mentira, digamos que son medias verdades, pero que se cumplan o no dependerá no solo de nuestro deseo de que se cumplan, sino también de nuestras circunstancias y personalidad, y esto son cosas que no podemos cambiar.
He dividido las expectativas más comunes que tenemos con el minimalismo en tres grupos: vida, casa y futuro, y más que decirte qué puedes esperar realmente y qué no, porque no lo puedo saber al no conocerte, lo mejor es que pienses por ti mismo si crees que estos cambios son realistas o no según tu forma de ser y tus circunstancias:
mi vida
- ¿voy a ser más feliz por el mero hecho de deshacerme de cosas?
- ¿voy a tener más tiempo libre?
- ¿habrá menos estrés en mi vida?
- ¿va a cambiar mi personalidad por hacerme minimalista?
mi casa
- ¿va a estar mi casa permanentemente ordenada una vez sea minimalista?
- ¿voy a cambiar la decoración de mi casa?
- ¿me llevará menos tiempo limpiar, o lavar la ropa, o cocinar?
mi futuro
- Si cambio mis hábitos de consumo, ¿seré capaz de mantenerlos siempre igual?
- ¿Querré mantener un estilo de vida minimalista para siempre?
Hay muchas más preguntas que puedes hacerte, y cada vez que leas o escuches una de las promesas del minimalismo, en lugar de aceptarla y esperarla sin más, plantéate si es realista para ti o realista en general.
Seguro que experimentarás cambios positivos en tu vida gracias al minimalismo, y es posible que puedas responder sí a alguna de las preguntas anteriores, pero no esperes cambios radicales, sino cambios en una escala de grises, adaptados a tu vida real y a tus circunstancias.
Cuándo parar de deshacerse de cosas
El minimalismo es un estilo de vida, es decir, cambias la forma en que vives tu vida. Y esto no pasa de un día para otro, es un proceso y lleva tiempo.
Pero es humano querer adelantar los acontecimientos, querer llegar a ese punto final lo antes posible. Sobre todo si crees que cuando llegues a él, cuando puedas ponerte oficialmente la etiqueta de minimalista, empezarás a experimentar todos sus beneficios.
Y aunque el minimalismo no va solo de deshacerse de cosas, la realidad es que hacerlo es una parte muy importante de él. Y en nuestras ansias de acelerar el proceso, podemos terminar en un extremo nada bueno de tirar por tirar.
No solo porque así terminaremos antes, sino porque se puede volver una adicción. Cada bolsa de basura, cada objeto que sale de nuestra casa nos hace sentir ligeros, más libres, y esta sensación se puede volver adictiva.
Cuando llegamos a este punto no distinguimos las cosas unas de otras, y por lo tanto no les damos el valor que realmente tienen. Y por supuesto, corremos el riesgo de arrepentirnos en el futuro de habernos deshecho de ciertas cosas.
¿Cómo evitar esta situación?
La adicción a tirar es una de las consecuencias más negativas del minimalismo y la única forma de evitarla es tenerla muy presente en todo momento para poder identificar si nos está pasando.
Si te ves haciendo limpieza sin más motivo que el querer deshacerte de cosas es un síntoma de que se ha vuelto una adicción y deberías parar. No pasar a otra categoría o hacer una mini limpieza, parar completamente.
Pasado un tiempo, y con tus objetivos claros, siempre puedes retomar donde lo dejaste.
Adaptar los métodos del minimalismo a la vida real
Deshacerse de cosas no siempre es fácil. Habrá muchos momentos de duda, miedo a arrepentirse, culpabilidad por querer conservar cosas sin un uso claro…
Leer más: Por qué deshacerse de algunas cosas es difícil
Para ayudarte con estos problemas están las normas o los métodos. Los si uno entra otro sale, si no lo has usado en 1 año no lo necesitas, el reto de una bolsa de basura al día durante 30 días…
Son formas de evitar quedarse atascado porque eliminan el tener que pensar demasiado sobre las cosas.
Pero en la vida real las cosas no son tan fáciles. Y los beneficios de estos métodos se pueden volver en tu contra cuando te arrepientes de haber tirado algo, o cuando te sientes obligado a deshacerte de algo solo porque el método te dice que debes hacerlo.
Todos vivimos vidas ligeramente diferentes, tenemos cosas que otros no tienen, tenemos diferentes personalidades, necesidades, circunstancias, gustos…y sería imposible “vender” un método que intentase abarcar todas estas cosas.
Por eso se simplifican tanto los métodos. Dejan a un lado a la persona y se centran en las cosas y en si tienen un uso, si te hacen feliz, si puedes vivir sin ello. Pero si se siguen al pie de la letra se corre el riesgo de ver de la misma manera unos zapatos incómodos y una herencia familiar. Y esto es muy peligroso.
¿Cómo adaptar los métodos del minimalismo a mi vida real?
Usando el sentido común y adaptando estos métodos a nosotros y no al revés.
Que a alguien le vaya muy bien lo del si uno entra otro sale no significa que tú lo tengas que hacer.
Si algo no puede ser usado para lo que se supone que debe ser usado, no significa que no puedas conservarlo y usarlo para otra cosa.
Que no necesites algo en la actualidad no significa que no lo vayas a necesitar en el futuro, y aunque esta es una de las cosas que todo el mundo dice, que no hay que guardar por si acasos, si tú quieres guardarlo estás en tu derecho. Y puedes seguir considerándote un minimalista aunque lo hagas.
Si al seguir un método o consejo sientes que algo no «encaja», si alguien recomienda algo que a ti te parece raro, o demasiado radical, no lo hagas. Piensa en por qué ese consejo choca contigo y en si puedes adaptarlo o usarlo solo como inspiración.
Es mejor que este cambio de estilo de vida que quieres hacer lo hagas a tu ritmo aunque te lleve más tiempo que intentar acelerar el proceso tomando las decisiones erróneas.
Usa las normas y los métodos como una guía, una ayuda para avanzar, pero no como dogmas de fe que hay que seguir al pie de la letra para conseguir tus objetivos, porque tus objetivos son eso, tuyos, y sin adaptar los métodos a tu vida real no los podrás alcanzar.
Conclusión
Un estilo de vida minimalista puede ser muy beneficioso, pero solo si es un minimalismo que podamos adaptar a la vida real de cada uno, sin extremismos ni normas escritas en piedra.
Pero incluso este minimalismo ni es para todo el mundo ni es la solución a todos nuestros problemas. Son estas afirmaciones tan simplistas las que me molestan, porque pueden generar mucha frustración, lo sé de primera mano.
Si crees que el minimalismo es para ti, adelante. Pero que el resultado final sea tu menos, no el menos de tu vecina de enfrente.
(Esta frase está robada de un comentario que una lectora dejó en mi entrada: Por qué no me gusta el minimalismo. Si te quedan ganas de leer más te recomiendo que leas no solo la entrada, sino sobre todo los comentarios que tiene porque hay reflexiones muy interesantes, y fueron en parte los que me inspiraron a escribir esta entrada.)
Irene
Hola, en un inicio no me parecía buena idea esto del minimalismo, sin embargo ahora creo que si puedo serlo pues en algo cuidamos el medio ambiente verdad?! Y hay que tener lo necesario y suficiente con para sentirse bien conmigo misma y los demás, es la decisión se cada persona y es apreciable
Hola Deanie, el minimalismo es una decisión personal como dices, pero independientemente de cómo de lejos lo queramos llevar, creo que has dado en la clave con lo de tener lo suficiente y necesario para sentirnos bien. Es cierto que a veces necesitamos más y a veces menos, pero ponernos voluntariamente en una situación en la que nos falten cosas no es muy buena idea. Sentido común, como para casi todo en la vida.